Tras un gran esfuerzo, me encuentro delante del teclado para continuar las aventuras de la Princesa Guerrera según vuestras elecciones y la decisión final ha sido...
Durante casi dos horas has permanecido entre las sombras de los arboles bajo la protección del cañaveral que bordea el amplio riachuelo, escudriñando los movimientos de los dos guerreros que franquean la puerta. El desconocimiento del paradero y la seguridad de tu amiga hace que cada minuto que pasa aumente la impaciencia y ya has tomado una decisión: en cuanto se oculte el sol y amparándote en la oscuridad, darás buena cuenta de aquellos salvajes.
Con sumo cuidado y conforme los últimos rayos de sol desaparecen tras las montañas, te deslizas sobre la enorme cabeza de piedra mientras los guerreros conversan animadamente en aquel gutural dialecto sin sentido. Hace rato que una fina llovizna ha vuelto a hacer acto de presencia refrescando tu cuerpo del calor soportado durante todo el día; los hombres se encuentran tan confiados que ni siquiera han percibido como trepabas por un lateral de la enorme escultura excavada en la roca de la montaña y con una irónica sonrisa en el rostro, observas con diversión las fornidas espaldas de tus adversarios como un animal agazapado a punto de caer sobre su presa.
Antes de que tan siquiera se den cuenta de lo que sucede, con un grito de guerra que resuena con eco en las rocas les tomas totalmente por sorpresa. Tan solo tres certeros golpes son necesarios para dejarles fuera de combate, el primero una simple patada entre los hombros de uno de ellos que a causa del peso de todo tu cuerpo lo impulsa haciendo que se desmorone, sin darle tiempo a reaccionar su cabeza se estrella contra la piedra, quedando inerte con el cráneo destrozado contra la roca.
Tus ojos se han ido acostumbrando a la penumbra y puedes ver perfectamente a tu adversario, mientras que este, al encontrarse mirando en dirección a la selva y con las pupilas todavía dilatándose para ver bien en la noche, no consigue ubicarte rápidamente. Aprovechas ese instante de incertidumbre en su rostro. Extendiendo la palma de la mano como aprendiste en el Reino de Chin, lanzas un certero y rápido golpe con las puntas de los dedos hacia adelante concentrando toda tu energía y furia.
Un estremecedor sonido de musculo y carne al quebrarse llega hasta tus oídos, aquella técnica que Lao te enseño y tanto empeño puso en que no utilizaras en combate ha servido perfectamente para que el guerrero sea incapaz de dar la voz de alarma. Con la traquea destrozada comienza a intentar tomar aire mientras se sujeta con ambas manos el cuello, la sangre aparece como un reguero a borbotones por su boca entre sonidos de asfixia. Tras unos segundos cae al suelo, observas impasible como su brazo izquierdo se alarga en tu dirección pidiendo ayuda, a sabiendas que su agonía durara minutos decides acabar rápidamente con su sufrimiento, sendos golpes en las sienes convierten sus ojos en dos vacuos globos sin vida y el guerrero deja de moverse.
Introduciendo los cuerpos de los dos hombres en el riachuelo compruebas con alivio como la corriente se los lleva rió abajo. Es preferible si llega el cambio de guardia, que no encuentre a nadie frente a la entrada a que se encuentren dos guardias sin vida en sus puestos de vigilancia.
Examinas las armas de los guerreros, desechando la pesada hacha de piedra optas por tomar una lanza, aunque rudimentaria, la punta de sílex esta bien afilada. Tomando el asta con fuerza te introduces en aquella boca de lobo mas oscura que la noche, comienzas a escuchar el goteo típico del agua dentro de una cueva y a tan solo unos metros de la entrada, no te sorprende comprobar que tanto el suelo como las paredes, se hayan excavadas perfectamente en la roca. Bajo las botas sientes la suavidad de un suelo liso en lugar de lo que deberías hallar en una abrupta caverna, llegas al pie de una escalera, entrecerrando los ojos para que se acostumbren a la falta de luz, te dispones a descender con cuidado por los antiguos escalones de bordes redondeados por el tiempo, hacia el interior de la montaña.
Con paso decidido vas tanteando la pared a tu izquierda con la rudimentaria arma preparada para lanzar un golpe, en caso de encontrarte con otro de aquellos salvajes, lentamente la oscuridad se va tornando luminosa y tras un brusco giro de la escalera, en el ultimo peldaño encuentras la primera de una hilera de antorchas colocadas estratégicamente cada treinta pasos iluminando el camino.
El túnel da paso de repente a una cueva mas amplia, una grieta en la pared por la que mana el agua en una pequeña cascada ha formado un gran charco que bordeas sin dificultad. mas adelante el sonido de aguas bravas te lleva hasta un amplio río. Sus aguas bajan en dirección Este siguiendo el mismo riachuelo de la entrada pero su profundidad es mayor, unos bloques de piedra colocados a intervalos hacen de puente hasta el otro extremo del camino. Sin dificultad alguna cruzas al otro lado encontrado de nuevo algo sorprendente.
Las paredes de roca viva han sido sustituidas por mampostería de reluciente mármol veteado de oro, la superficie pulida muestra el cruel paso del tiempo y en algunas secciones las losas se han desprendido parcialmente llenando el suelo de cascotes. Una amplia sala de gran tamaño aparece en penumbra iluminada tan solo por una antorcha en cada una de las paredes y dos caminos uno a tu izquierda y otro a la derecha te hacen dudar. El de la izquierda se haya perfectamente iluminado, mientras que a tu derecha no hay luz alguna.
- SI QUIERES IR POR EL CAMINO ILUMINADO VOTA 1.
- SI QUIERES TOMAR UNA ANTORCHA DE LAS PAREDES E IR POR LA DERECHA, VOTA 2.
Recuerda que de las decisiones que tomes depende el transcurso de la aventura.